Cuenta con más de 33.000 seguidores en esta red social, donde difunde su vocación y sube contenidos relacionados con una de las grandes pasiones de su vida.
Su tono de voz suena afable del otro lado del teléfono. Samuel Cartaya parece una persona amena, jovial y predispuesta, al menos cuando habla sobre una de las grandes pasiones de su vida: la musicoterapia. Desde pequeño sintió fascinación por el baile y por tocar instrumentos. Ya desde los 12 años lo hacía con la guitarra, al tiempo que practicaba su otra gran afición: el béisbol.
Este joven nacido en la localidad de Maracay, Venezuela, de 30 años, reside desde hace 9 en Quito. Hoy se ha convertido en todo un influencer en Instagram, donde trasmite energía y conocimientos, además de buen humor. Es artífice y difusor pleno de la musicoterapia, que él define de esto modo: “Es una técnica que puede aplicarse a todos los niveles de la existencia humana. En verdad, me gusta definirlo como el lado más humano de la música, una herramienta esencial que afecta a las personas en todos sus niveles: emocional, mental y por ende se convierte en una estrategia muy útil para generar salud y bienestar a nuestras vidas”.
Licenciado en Pedagogía musical, también cursó el Máster en Musicoterapia online de UNIR. Al escuchar cómo él describe su historia de vida, la primera conclusión que uno saca es que Samuel se merece este presente auspicioso y con grandes metas por cumplir en un futuro inmediato.
Un buen día llegó a Ecuador para visitar a su padre. Y no se fue más: comenzó a buscar oportunidades para dar clases de música. Además de tocar la guitarra, Samuel también estudió piano. Asimismo, integró y hasta dirigió coros de iglesia. Sus primeros empleos en este país consistieron en dar clases en colegios, hasta que se le presentó la oportunidad de ofrecer sus servicios en una fundación que trabajaba con niños con necesidades especiales. Entonces comenzó a descubrir una vocación que se fue afianzando en su vida.
Otro tipo de enseñanza
“Allí comencé a replantearme la forma en la que yo estaba enseñando música. Me di cuenta de que requería enfocarme en otro tipo de enseñanza, de características muy concretas. Ni sabía todavía lo que era la musicoterapia, pero sí me daba cuenta de todos los beneficios que la música tenía en los pequeños”, afirma.
De este modo, lentamente, comenzó a comprender que la música no solo pasaba por enseñar blancas y corcheas, sino que abría nuevos caminos, más lúdicos, que a su vez generaban otro tipo de beneficios. A ello se le sumó un nuevo trabajo en otra fundación que prestaba ayuda a familias de escasos recursos. Por ello comprendió además que la música puede prestar un servicio social.
En esa instancia, UNIR llegó a su vida. “Descubrí la universidad por internet. Y me interesé por su máster en Musicoterapia, que era lo que realmente necesitaba. Una de las cosas que más me motivó a matricularme en este centro es que en Ecuador no existía casi oferta de estudios de musicoterapia en línea. Esto además era algo que se repetía en muchos países de Latinoamérica. Por otro lado, me cautivó que el título de UNIR sea reconocido por la SENESCYT. Esta es una validación oficial de una titulación internacional muy importante”, cuenta.
“La opción en línea era la mejor para mí. Descubrí una plataforma muy ordenada. Me gustaron muchísimo los contenidos, que están muy bien planteados. Asimismo, me di cuenta de que muchos de los profesores del posgrado tienen un sólido recorrido en el mundo de la musicoterapia”, asegura.
Por otra parte, elogia “el acompañamiento que prestan tutores y docentes. Y la accesibilidad y flexibilidad de una metodología que se adapta a los ritmos de trabajo y vida de cada uno”.
El nacimiento de su centro de musicoterapia
Tras un año de estudios, cuando Cartaya comenzó a buscar un lugar idóneo para realizar sus prácticas del máster, no había prácticamente entidades específicas en el sector. Tuvo que acudir a un centro de estimulación musical, pero él necesitaba algo distinto y focalizado 100 por ciento en sus estudios para realizar su pasantía. En ese momento comenzó a alumbrar la idea de crear su propio centro.
“Finalmente, me animé a hacerlo. El desafío era habilitar un espacio donde la gente pueda realizar pasantías en musicoterapia en un entorno adecuado, al tiempo que se forme con la posibilidad de cursos y talleres complementarios”.
En la actualidad trabaja en un centro compartido con otros dos profesionales que ofrecen terapia ocupacional y terapia de juegos. Él aporta los conocimientos en su rama. “Todavía no tengo nombre oficial del centro. Pero creo que será el mismo que el del proyecto que ha tomado tanta fuerza en redes: Samuel Musicoterapia”, confiesa.
En su espacio, Cartaya también brinda cursos particulares o grupales muy breves, talleres y demás ofertas de formación para el público en general o musicoterapeutas. Se especializa en el área infantil, por lo que trabaja mucho con niños.
El crecimiento vertiginoso en las redes
En este punto de la conversación, Samuel aborda otro de ejes que hoy ocupan buena parte de su tiempo: las redes sociales. “Cuando comprendí que mucha gente no tenía conocimientos reales de la musicoterapia, o en su defecto la entendía muy por encima, de una manera errónea, decidí apostar por su difusión en Instagram. Empecé a hacer ruido con información práctica y cursos en mi cuenta de Ig samuel.musicoterapia”.
Cartaya está feliz porque, gracias su crecimiento en redes, “la opinión pública en el Ecuador ha comenzado a saber lo que es la musicoterapia. Incluso me invitan a seminarios, conferencias, charlas y entrevistas en medios de comunicación para hablar del tema. La difusión de este campo es muy necesaria y saludable para la sociedad”.
“Me sorprendió la cantidad de personas que comenzaron a seguirme. En la actualidad cuento con 33.500 seguidores en Instagram, y todo sigue en ascenso en mi canal de YouTube. Estos canales comenzaron siendo escaparates para subir recursos musicales y terapéuticos para la infancia sobre la musicoterapia, y la gente se ha enganchado mucho con los contenidos”, resalta.
La posibilidad de los estudiantes de UNIR para realizar pasantías
Gracias a un acuerdo de colaboración, Samuel y una musicoterapeuta con la que trabaja pondrán a disposición su centro para que los estudiantes del máster de UNIR puedan realizar sus prácticas desde el próximo mes. “Queremos que los estudiantes tengan la posibilidad de hacer sus pasantías”, subraya.
Entre sus objetivos profesionales que asoman en el horizonte, Samuel quiere conseguir nuevas especializaciones. Busca una certificación en el campo del Floortime: terapia de juegos que ayuda a niños con dificultades de comunicación. “Estoy estudiando con un profesor de Nueva York, a distancia”, confiesa. Al tiempo, planifica obtener otra certificación en el método español de percusión corporal BAPNE.
Y sueña en grande: “Mi principal deseo es que todo mi proyecto siga abriendo puertas para que la musicoterapia conozca cada vez más en el Ecuador. Obviamente, quiero seguir allanando el camino para quienes vienen detrás, y que necesitan abrirse un hueco en este apasionante mundo”, finaliza.