No siempre es fácil abordar los problemas de conducta en el aula. En UNIR te proponemos una serie de actividades para mejorar la conducta en el aula.
No siempre es fácil abordar los problemas de conducta en el aula. En UNIR te proponemos una serie de actividades para mejorar la conducta en el aula.
Saltarse las normas, interrumpir las explicaciones, las faltas de respeto o los conflictos entre los propios alumnos son problemas que están a la orden del día en cualquier aula. Para mejorar la conducta en el aula, la escuela se enfrenta a un nuevo reto: la educación de las emociones y las herramientas que la psicopedagogía le proporciona.
Como en cualquier plan de intervención antes de poner en práctica pautas para abordar las conductas-problemas en el aula el profesor debe realizar dos trabajos previos. El primero: estudiar y delimitar cuáles son los comportamientos que quiere reeducar en sus alumnos; el segundo: hacer un ejercicio de autoevaluación. Un buen docente debe ser crítico consigo mismo y cuestionar sus propias estrategias psicopedagógicas.
Factores ligados a problemas de conducta del alumnado
Además de la historia personal de cada alumno, como los posibles problemas familiares, psicológicos o de aprendizaje, existen otras variables que influyen en el mal comportamiento en el aula. La falta de motivación y de rutinas en el estudio son dos de ellas. Sin duda, el uso de dispositivos móviles a edades tempranas tiene mucho que ver en esta desmotivación generalizada hacia la escuela.
Por otra parte, también es muy frecuente que estos alumnos no dispongan de normas y responsabilidades bien definidas en su ámbito familiar, lo que hace que se muestren intolerantes a la frustración y muy impulsivos. Como consecuencia, el profesor se encuentra con alumnos inmaduros emocionalmente y sin habilidades a la hora de gestionar sus conflictos y regular sus conductas.
Enseñar a gestionar las emociones
En 1990 Peter Salovey y John Mayer de la universidad norteamericana estudiaron la habilidad humana para controlar los sentimientos y emociones de uno mismo y de los otros y así poder guiar las acciones propias y de los otros. Las emociones quedan así estrechamente vinculadas a la regulación del comportamiento.
Para que el alumno sea capaz de modelar su comportamiento a las exigencias del aula (o de cualquier otro ambiente social), primero debe aprender a identificar sus propias emociones, a controlar sus impulsos y poder inhibir sus conductas disruptivas.
Las técnicas inspiradas en el mindfulness aplicadas en el aula ayudan a los niños a inhibir sus conductas impulsivas
Las técnicas inspiradas en el mindfulness aplicadas en el aula ayudan a los niños a inhibir sus conductas impulsivas, a tomar conciencia de las emociones y empatizar con su entorno social. El profesor puede implantar un espacio de relajación y reflexión en un rincón de la clase y crear materiales vinculados a la identificación de emociones: pelotas antiestrés, un dado de las emociones, marionetas de dedos con emojis… En ese espacio el maestro y los alumnos pueden contar cuentos sobre cómo resolver los conflictos cotidianos y trabajar con murales que representen las conductas inadecuadas en clase y cómo se deberían comportar.
Aprender a dialogar a través de las pautas
No resulta fácil para el niño, ni siquiera para el adolescente, verbalizar sus emociones o explicar las causas que le llevaron a interrumpir durante las explicaciones, a faltar el respeto al profesor o pelearse con un compañero. En este tipo de casos el maestro puede adoptar un papel de guía y aprovechar el conflicto para reunirse a solas con el alumno para enseñarle, de manera pautada, a tomar conciencia de su comportamiento y mostrarle estrategias para dialogar antes de actuar.
Cuando el mal comportamiento en el aula es generalizado y los conflictos implican a un amplio número de alumnos, la educación en el diálogo debe aplicarse a toda la clase. Trabajos en grupos sobre la convivencia en el centro, fomentar los debates abiertos o los juegos de roles les ayudarán a identificar sus conflictos y resolverlos por sí mismos. ¿Qué pautas debe marcar el profesor en estas actividades?
- Que los alumnos definan de la manera más objetiva posible en qué radica el problema o conflicto: cuál es el problema, qué conductas envuelven a ese conflicto, los antecedentes y consecuentes.
- Se les pide a los implicados o a los observadores que representen, a modo de teatro, cómo sucedieron los hechos durante el conflicto.
Combinar las técnicas y recursos psicopedagógicos para la resolución de conflictos brindará al profesor herramientas muy válidas.
- Por último, el profesor puede pedir al resto de los alumnos (al público) que ofrezca su visión del conflicto y las posibles soluciones adecuadas para que este tipo de problemas no vuelva a suceder en el aula y, si se repitiese, cómo podrían colaborar entre todos para solucionarlo.
En definitiva, combinar las técnicas y recursos psicopedagógicos para la resolución de conflictos y actividades para educar las emociones, brindará al profesor las herramientas para mejorar la conducta en el aula.