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El conmovedor caso de superación de Miguel: el alumno de UNIR que eligió ayudar a los niños y seguir estudiando tras un grave accidente

El alumno del Máster en Neuropsicología y Educación desde pequeño supo que sería militar, pero un accidente lo llevó a cambiar sus planes. Ahora se dedica a dar terapias a niños con necesidades especiales y comenta que es uno de los mejores trabajos que pudo obtener.

UNIR Alumni

Un hecho inesperado puede marcar un punto de inflexión en la vida de cualquier persona. Eso le ocurrió a Miguel de Santiago Carrillo, cuyo caso es un claro ejemplo de superación. Cuando tenía 24 años de edad y dos como militar, padeció un grave accidente de tránsito, lo que le ocasionó ceguera en el ojo izquierdo y problemas de movilidad motriz.  Los doctores le dijeron que no volvería a caminar, pero gracias a su garra y fuerzas anímicas y físicas, ahora lo puede hacer con la ayuda de un bastón.

Tras el accidente no pudo continuar con sus funciones operativas como militar, por lo que recibió el apoyo de la Fuerzas Armadas (FF.AA.) para estudiar una carrera universitaria y dedicarse a otras actividades, pero sin dejar la milicia.

 

Miguel estudió una Licenciatura en Educación Superior y se encontró con mallas curriculares que no estaban adaptadas para personas con discapacidad. Tuvo que hacer un esfuerzo extraordinario para culminar sus estudios. A raíz de esto decidió que se dedicaría a ayudar a niños con necesidades especiales. El objetivo era generar en ellos aprendizajes y competencias conductuales que les permitan continuar con sus estudios de una mejor manera.

Ahora está trabajando en el Policlínico del Ejército y se encuentra cursando el Máster en Neuropsicología y Educación de UNIR. Los conocimientos adquiridos le han ayudado a usar la educación como terapia de conocimiento conductivo y cognitivo y ayudar de mejor manera a niños con necesidades especiales. 

-¿De qué manera cambió su vida el accidente de tránsito que sufrió en 2008?

-Fue un gran cambio. Cuando era muy pequeño y vi a mi padre uniformado para cumplir con el servicio militar (que en esos años era obligatorio), supe que de grande quería ser militar.  A los 23 años me gradué del Ejército ecuatoriano. En ese momento sentí que mi mayor sueño se había cumplido.

Durante dos años me desempeñé como conductor operativo en el Ejército, pero en 2008 tuve un accidente de tránsito del que salí con graves heridas. Estuve varios meses en la cama sin poder caminar. Entré en una gran depresión porque sabía que mi vida como militar había acabado.

Pasé de ser un militar activo a estar en la cama. Tenía muchas dudas sobre si podría volver a caminar. Afortunadamente recibí el apoyo de las Fuerzas Armadas para estudiar una licenciatura que me permitiera seguir perteneciendo al Ejército, pero debía desempeñar otras funciones distintas a la de un militar operativo.

-¿Cómo logró superar la etapa de depresión?

-Mi familia fue esencial para reponerme. También, sin dudas, resultó clave la fuerza de voluntad que tuve para seguir adelante y no abandonar la milicia.  Empecé con mi rehabilitación y en poco tiempo volví a caminar.

El apoyo de las Fuerzas Armadas también fue fundamental. Me permitieron estudiar una licenciatura en Educación en la Universidad de las Fuerzas Armadas. Gracias a su ayuda, pude continuar con mis tareas de militar, pero desde otra área. Ahora trabajo en el Policlínico del Ejército en el área de estimulación y neurociencias. Desde allí ayudó a niños con necesidades especiales.

-¿De qué manera ayuda a usted a los niños con necesidades especiales?

-Desde el Policlínico del Ejército atiendo a niños con problemas conductuales, autismo, dislexia, entre otros.  Trabajamos con ellos terapias para mejorar sus competencias conductuales.

Por otro lado, dedicó mis fines de semana a ayudar a familias de niños con necesidades especiales del área rural de Ambato, que no tienen recursos para pagar una atención médica. Muchas familias son vulnerables por falta de información y acceso a expertos de la salud. No saben que sus hijos necesitan una atención especial, por lo que el trabajo con ellos se torna un poco más duro. Pero al final del día es muy satisfactorio.

-¿Qué lo llevó a dedicarse a brindar apoyo a niños con necesidades especiales?

La empatía. Cuando empecé a estudiar mi licenciatura me di cuenta de que las mallas curriculares y los docentes no estaban capacitados para atender a estudiantes con limitaciones físicas o necesidades especiales. Me costó el doble que a mis compañeros obtener la licenciatura, pues ellos no tenían ninguna limitación como yo.

Durante el tiempo de estudios presentaba cuadros graves de epilepsia, lo que hacía que tuviera que faltar a clases. Fue muy duro lograr que me justificaran esas clases y no perder las asignaturas. Felizmente lo logré y ahora no solo tengo una licenciatura, sino que estoy a punto de graduarme del Máster en Neuropsicología y Educación de UNIR.

-¿Qué hará cuando se gradué de ese Máster en UNIR?

-Voy a aplicar todos los conocimientos adquiridos sobre neuropsicología y educación, como ya lo he venido haciendo, en las terapias y tratamientos de niños con necesidades especiales.

El accidente definitivamente me cambió la vida y me dio la oportunidad de entender las dificultades que tienen los niños y personas con limitaciones físicas y con problemas conductuales. Sé cómo se sienten y sé lo que necesitan para superar sus problemas y llegar tan lejos como quieran.

 

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