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En busca de la raíz de la música indígena ecuatoriana

Daniel Flores Días cursó el Máster en Investigación Musical de UNIR para adquirir los conocimientos que le han permitido iniciar una ambiciosa investigación con la que descifrar las claves de melodías ancestrales de su país

Entre las montañas del norte de Ecuador se esconde Cotama, una de las comunidades que mejor han preservado la pureza indígena en este país. Allí, la memoria de los ancestros resuena en un centenar de melodías que han pasado de generación en generación de forma oral. Cada una tiene su sentido y su fin. Hay armonías para celebrar un matrimonio, para festejar la llegada del recién nacido, para anunciar la siembra o para despedir a un difunto en su velorio.

Daniel Flores Días nació hace 35 años en Otavalo, una ciudad situada a diez minutos de Cotama. A este compositor, guitarrista y docente en la Universidad Nacional de Loja le ha fascinado desde niño la música con raíz. “Me gustaría poder componer melodías con identidad, para lo que quiero buscar las características tradicionales y autóctonas de la música de la zona de donde yo soy”, explica.

Siempre tuvo claro su propósito, pero también era consciente de sus limitaciones. “Necesitaba saber técnicamente qué tiene su música, qué es lo que cuenta, cómo es su forma…”, precisa. Abocado a investigar, le faltaban los recursos necesarios para lograr su objetivo. Por eso, cursó el Máster en Investigación Musical de UNIR, “donde me han proporcionado las herramientas para realizar este trabajo”. “He aprendido lo que necesitaba aprender”, resume.

Hace un año inició su investigación. “Y creo que hay información para dedicarme a ello toda la vida”, sonríe. Se siente “muy nuevo”, pero poco a poco va sacando conclusiones. “Busco descifrar las claves de la música runa, que es como se llama la que hacen en Cotama, y trato de entenderla desde dentro, como una persona indígena más. Para ello, estoy llevando a cabo una investigación participativa, involucrándome con ellos”, señala el alumno de UNIR. Su método resulta innovador, ya que las aproximaciones que se habían hecho hasta la fecha estudiaron el fenómeno mayormente “desde fuera, desde su percepción como personas mestizas”.

Él, en cambio, contactó con los miembros de la comunidad de Cotama y les hizo partícipes de su proyecto. Acude a las clases que los nativos imparten sobre su música y revisa textos y diversa documentación. Ha extraído las primeras notas definitorias y distintivas de la runa: su amplio rango de sonidos (entre 18 y 22, frente a los 12 de la escala occidental), el protagonismo indiscutible de la flauta y su singular interpretación. “Se trata de melodías cortas y repetitivas, que los músicos tocan bailando de forma circular”, detalla. Emulan la rotación de la Tierra alrededor del Sol y se acompañan de un característico zapateo. “Es una especie de meditación, como una forma de llegar a un éxtasis colectivo que ayude a elevarnos hacia otro mundo”, describe.

Composición con premio

Ya ha logrado captar parte de la esencia de ese aura mágica. “Extraje los elementos que necesitaba para componer, los incorporé a una nueva obra que presenté al concurso nacional de composición Ecuador Musical 2019 y lo gané”, dice con orgullo. El pasado 12 de julio estrenaron su pieza en un acto que tuvo lugar en Quito.

“Al contrario de lo que ocurre en otros países, en Ecuador no queda claro qué música nos caracteriza. Por eso, mi meta es buscar la identidad sonora de mi país, rescatarla, registrarla y compartirla”, sostiene. Y es que Daniel asegura que “desde que tengo uso de razón, he querido que la música tradicional de Ecuador sea conocida en todo el mundo”.

De la música runa ancestral se conservan unas 120 melodías, que han llegado hasta nuestros días por transmisión oral. A Daniel le preocupa que algún día se pierdan, por lo que anhela reunirlas en un cancionero. También reescribirlas en el sistema occidental para garantizar su supervivencia. El último paso sería definir “los elementos nativos y crear composiciones nuevas que me den identidad como autor”, indica.

Para alguien que se ha formado en Música a ambos lados del Atlántico (en Ecuador y París) bajo un prisma academicista, zambullirse en la runa es un nuevo comienzo. “Me encuentro ante un punto de partida en mi vida”, confiesa.

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