Óscar Fernández de León, abogado en ejercicio y docente de la facultad, desgrana en un libro aquellos valores, competencias, principios y destrezas para ejercer eficazmente la abogacía.
Crecer tanto personal como laboralmente dentro del mundo de la abogacía requiere del desempeño de una serie de estrategias que se presuponen imprescindibles para sacar mejor provecho de la profesión. Un conjunto de habilidades de un abogado que todo profesional del derecho debería desarrollar a lo largo de su carrera y que ha ido aprendiendo desde que entró en la universidad. Pero en este camino de aprendizaje es recomendable saber identificar esas destrezas sociales y técnicas cuanto antes para exprimir al 100% su capacidad. Muchas de ellas se presumen innatas al ser humano, pero han quedado rezagadas en el camino y llega el momento de darles ese protagonismo que provoque el cambio.
Así lo cree el abogado y escritor, Óscar Fernández de León, que acaba de publicar en Ecuador el libro ‘51 habilidades para ser abogado’ (Cevallos Editora Jurídica) donde formula aquellas destrezas que considera clave para conseguir que todo abogado sepa aprovechar las cualidades y competencias que le permitan ser más eficaz e inteligente en su trabajo. ¿Cumples con todas ellas?
Siete pasos hacia el éxito
Como si de un programa de formación personal se tratase, Fernández de León apunta en su libro siete grupos de habilidades que un abogado debería testar para saber hasta qué punto cuenta con ellas en su día a día dentro de la profesión. Vamos a hacer un repaso de las principales:
Habilidades generales
Son aquellas destrezas consideradas como recomendables para toda persona. Su posesión se entiende socialmente como un componente de la persona de carácter positivo y conveniente, ya que favorecerá el crecimiento personal y laboral de quien las ponga en práctica: “El abogado deberá estar revestido de estas habilidades como la constancia, la disciplina y la laboriosidad -esenciales para el trabajo diario-. Por otro lado, la prudencia, la paciencia, la serenidad y el autocontrol -necesarias para la interacción con terceros- y, finalmente, como un principio informador de los anteriores, la honestidad y sinceridad”.
Habilidades profesionales
Aquellas que emplea todo abogado de manera activa en la profesión, como herramientas imprescindibles para el desarrollo de su actividad. Son, por tanto, destrezas indispensables para ejercer la abogacía: el consejo jurídico, la mediación y negociación y, finalmente, la defensa ante los tribunales. Entre otras, Fernández de León destaca las siguientes:
“Por un lado, existen unas competencias generales que tienen que ver con la comunicación oral y escrita, lo que implica inteligencia, imaginación, capacidad de análisis y de abstracción, adaptación mental… También es bueno potenciar la capacidad de estudio y estar al tanto de las tecnologías de la información más avanzadas del mercado. Ya luego, debemos desarrollar capacidades para asesorar a nuestros clientes -saber escuchar, empatía, concentración-; tener vocación para negociar y para saber intervenir en público, lo que implicaría la oratoria, dominar el lenguaje verbal y no verbal y tener una alta resistencia a la frustración en los momentos clave”.
Habilidades deontológicas
Son esenciales para la propia conceptualización del profesional: “Podríamos dividirlas en dos clases, las derivadas del estatuto privilegiado que informa el desempeño de nuestra función y las obligaciones principales en su desempeño, reglas que constituyen fiel reflejo de la tradición y cultura profesional y que nutren nuestro Código Deontológico. Entre ellas, la independencia, la diligencia, la lealtad, la responsabilidad y cualquier otra que derive de nuestro estatuto profesional”.
Habilidades sociales
El abogado desempeña su labor en un contexto en el que tiene necesariamente que interactuar con otras personas desde perspectivas bien diferentes: “Con los clientes, interviene primero para captarlos. Una vez lo ha conseguido, recorre con ellos el largo camino de la resolución del caso y, cómo no, para fidelizarlo. Con los restantes operadores jurídicos actuará para persuadirlos y convencerlos de la bondad de nuestra argumentación -jueces- o para negociar o trabajar en equipo -otros abogados-. El buen abogado será sociable, dominará las técnicas de comunicación, será extrovertido y sabrá relacionarse con los demás en cualquier contexto. Además, tendrá presencia y transmitirá una imagen adecuada para cada momento”.
Habilidades empresariales
Los despachos de abogados deben gestionarse como verdaderas empresas, adoptando los sistemas, procesos y herramientas propias del mundo empresarial, de modo que el abogado pueda liderar, organizar, planificar y controlar su negocio: “Por ello, es inevitable el acceso y permanente aprendizaje de habilidades de dirección, gestión y organización de empresas. En este campo, el abogado deberá ser un buen estratega, tener liderazgo, ser proactivo, saber gestionar, organizar y planificar el tiempo, dominar las técnicas de trabajo en equipo, delegar, hablar idiomas…”
Habilidades comerciales
Todo abogado debe ser consciente de la importancia que tiene atraer y captar clientes para la creación y crecimiento de los despachos profesionales. Es importante que entienda el papel que dichas competencias y habilidades jugarán en su propio crecimiento profesional, bien individualmente, bien en la jerarquía profesional de la firma: “A tal efecto, el abogado deberá formarse en técnicas de marketing, ya que las capacidades comerciales se adquieren a través de su conocimiento y puesta en práctica. Igualmente, deberá dominar las técnicas de atención al cliente, indispensables para generar su satisfacción a través de un servicio excelente y de calidad”.
Habilidades emocionales
La profesión de abogado requiere de conocimientos psicológicos, entendiendo por estos, todos aquellos que pueden guardar una relación con el comportamiento humano de las personas con las que tendrán que trabajar. Sin duda, el componente humano es un elemento esencial de la abogacía con una repercusión constante:
“Los conocimientos psicológicos en nuestra actividad tienen innumerables aplicaciones, tanto para regular nuestra actuación como para la interacción con terceros. Respecto al empleo para el propio abogado podemos destacar la capacidad del pensamiento positivo, la resistencia a la frustración, el emplear las técnicas de la visualización y el empleo de todas las herramientas que nos permitan estar con nosotros mismos, aprender a conocernos y obtener la tan ansiada relajación mental y corporal. Respecto a los demás, toda técnica que nos ayude a conocer la forma de ser de las personas será bienvenida, destacándose igualmente la empatía, el saber escuchar de forma activa, la atención…”.
Una promesa en forma de libro
Fernández de León se ha lanzado con esta propuesta de aprendizaje personal para abogados a través de un libro publicado en Ecuador. Un viaje al país latinoamericano se ha convertido en 437 páginas llenas de consejos, anécdotas y recomendaciones para poner en práctica y ser el mejor abogado que la profesión se merece: “El año pasado tuve la suerte de impartir unas conferencias en Quito (Ecuador) sobre técnicas de litigación de la mano de INSELEG, una entidad dedicada a la formación de juristas. Durante el descanso conocí a Luís Cevallos, un librero que tenía desplegada una exposición de libros, empezamos a hablar, congeniamos y consiguió sacarme la promesa de que publicaría un libro con ellos”, explica su autor, que asegura que será cuestión de poco tiempo que tengamos la publicación impresa también en España.
Ahora que ha trasladado todas estas habilidades al papel, nos surge la duda, ¿en qué medida tienen los abogados desarrolladas o no estas habilidades? ¿De qué habilidades pueden ‘cojear’ más?: “Creo que todas merecen una dedicación progresiva y constante, pues todas son muy importantes para su crecimiento. Ahora bien, quizás cojeamos en las empresariales, comerciales y emocionales, y todas, todas, son importantísimas para gestionar tu despacho y a tus clientes y otros operadores jurídicos”.
Fernández de León es el director del título Experto Universitario en Técnicas de Litigación en Juicio y, además, imparte clases en el Máster Universitario en el Ejercicio de la Abogacía. Una buena oportunidad de entender que habilidades se necesitan para ser abogado y poner en práctica gran parte de las destrezas que hemos tratado en el artículo.