La directora de la nueva maestría oficial de UNIR, especializada en Atención Educativa y Prevención de Conductas Adictivas entre los más pequeños, alerta de la falta de profesionales que ayuden a resolver estos problemas crecientes y destaca la importancia de la formación.
Prevenir es una palabra poderosa que cobra una dimensión especialmente relevante si hablamos de la población infantil y adolescente. Porque curar, aunque sea posible, siempre es mucho más difícil, también si hablamos de adicciones. Tabaco, alcohol, drogas, la obsesión por las nuevas tecnologías o el juego convertido en ludopatía… La lista no deja de crecer en una sociedad dominada por un materialismo exacerbado y la creciente falta de valores, con familias desestructuradas y disfuncionales en aumento. Parece que lo tenemos casi todo como sociedad, pero lo cierto es que los más pequeños cada vez reclaman más nuestra atención, aunque no lo digan o no nos demos cuenta.
Ante el fuerte crecimiento de esas dependencias controladoras, agravadas durante la pandemia, se necesitan profesionales dispuestos a ayudar en el tratamiento y la resolución de estos problemas que acompañan a un número creciente de niños y niñas hasta la edad adolescente y también a sus familias. Una situación en la que la formación ha demostrado ser absolutamente clave.
Con este objetivo, UNIR ha puesto en marcha la Maestría Universitaria en Atención Educativa y Prevención de Conductas Adictivas en Niños y Adolescentes. “Esta titulación está diseñada para cumplir las necesidades educativas actuales y atajar las conductas adictivas que se puedan manifestar en niños y adolescentes”, afirma Patricia Solís García, directora de esta nueva titulación de UNIR.
Solís es doctora en Psicología por la Universidad de Oviedo (España), está especializada en psicología educativa y discapacidad, especialmente en atención a la diversidad. Ha realizado varios másteres y posgrados, y ha sido nominada en dos ocasiones consecutivas a Mejor Docente en la categoría Universidad en los reconocidos Premios Educa Abanca, estando este año entre los 10 finalistas.
Según explica, “el inicio de consumo de drogas (legales y no legales) se da en edades escolares, por lo que es necesario trabajar la prevención temprana desde el ámbito educativo. El consumo de determinadas drogas, por ejemplo, el alcohol, está normalizado y se asocia a procesos de socialización”.
El estudio de Moreta-Herrera et al. (2020) indica que la edad media de inicio de consumo de esta sustancia en Ecuador es a los 12 años. Asimismo, según el estudio Paqui Baho (2017), el 23,7% de los adolescentes ecuatorianos de su muestra presentan un consumo de alcohol riesgoso (según categorización del AUDIT). “Por ello, hay que trabajar en la reducción de factores de riesgo y garantizar factores de protección en población infantil”, añade la experta.
Prevenir mejor que curar
La mayoría de las formaciones de posgrado que abordan las adicciones lo hacen desde una perspectiva eminentemente clínica. En cambio, en el caso de esta titulación de UNIR, que es una maestría oficial, el énfasis se ha puesto en la atención educativa y en cómo se pueden prevenir la aparición de conductas adictivas.
“Las conductas adictivas relacionadas con drogas han mostrado una prevalencia estable, aunque preocupante, en los últimos años”, asegura Solís, quien apunta, sin embargo, que “las conductas adictivas no relacionadas con sustancias y asociadas a las TIC han ido en aumento”.
La directora del posgrado pone como ejemplo hallazgos que revelan una prevalencia del 7% al 29% de jugadores patológicos, en estudios realizados en Perú, México, Colombia o Chile, encontrando como factor de riesgo la edad entre 16 y 21 años, y evidenciando la falta de estudios al respecto en Ecuador.
“Los estudiantes que presentan conductas adictivas relacionadas con el uso de las tecnologías presentan mayores prevalencias de consumo intensivo de sustancias como el alcohol, el cannabis y el tabaco que los estudiantes en general”, afirma Solís. Destaca asimismo que “esta titulación tiene como principal fortaleza el énfasis en la prevención desde el ámbito educativo y su vertiente práctica”.
“Los docentes son profesionales del sector con amplia experiencia en el tratamiento y prevención de las adicciones, que combinan la teoría con su aplicación práctica basándose en su experiencia profesional”, explica esta experta.
Además, en todas las asignaturas se trabajan casos prácticos y se realizan talleres virtuales que contribuyen a conocer la realidad de las aulas en torno a esta temática. “La maestría ofrece capacitación como especialista en prevención de adicciones. Los profesionales podrán asumir diferentes roles como, por ejemplo, maestro o profesor capacitado para diseñar programas de detección y prevención de conductas adictivas en el aula. También el de profesional de intervención en espacios terapéuticos y educativos de menores o el de asesor y/o educador de centros de prevención para adolescentes y centros educativos no formales”, apunta.
Solís pone de relieve que debemos tener en mente la figura del coordinador de bienestar. “Esta nueva figura presente en los centros educativos es la encargada de resolver conflictos y proteger al alumnado”.
¿Quién puede cursarlo?
Esta maestría tiene un amplio perfil de acceso, y pueden cursarlo los titulados universitarios en Educación Social, Terapia Ocupacional, Trabajo Social, Psicología, Pedagogía, Psicopedagogía, Magisterio, Educación Infantil, Educación Primaria. Asimismo, podrán acceder aquellos que cuenten con maestrías universitarias en educación.
Además de las dos casuísticas previamente mencionadas, los estudiantes con una titulación universitaria de cualquier otra área podrán acceder acreditando al menos un año de experiencia profesional con dedicación completa, o tiempo equivalente en el caso de dedicación parcial, realizando tareas relacionadas con el ámbito de conocimiento.
En la Maestría en Atención Educativa y Prevención de Conductas Adictivas en Niños y Adolescentes aprenderás a detectar de manera precoz tanto las conductas adictivas relacionadas con sustancias como el alcohol, el tabaco o las drogas, como las adicciones conductuales que pueden provocar las nuevas tecnologías y el juego patológico hasta convertirse en ludopatía.
“Como educadores tenemos que llevar a cabo una atención adaptada a los diferentes estadios para minimizar su impacto en el rendimiento escolar y el desarrollo de la personalidad”, subraya Solís.