El joven fue elegido alumno destacado del mes de UNIR por sus méritos académicos y su gran trabajo como docente durante la pandemia de COVID-19.
Avimael Velásquez creció en Otavalo, una ciudad andina rodeada de volcanes. Allí, gran parte de la población se dedica a la producción de textiles y bisutería de forma artesanal. Su padre era tejedor y su madre comerciante y empleada doméstica. Desde pequeño aprendió el oficio de tejer, una ocupación que respeta y por la cual tiene gran admiración. Pero desde niño él sabía que no se dedicaría a eso cuando creciera: soñaba con ser un profesional de las Matemáticas. Ahora, con 27 años, no solo es un experto, sino que comparte sus conocimientos con pequeños y jóvenes de su comunidad.
El joven kichwa otavaleño concluyó en abril pasado sus estudios de posgrado en Didáctica Matemáticas en Básica Superior y Bachillerato en UNIR. Él confiesa que los conocimientos adquiridos en el máster fueron fundamentales para continuar dando clases a sus alumnos durante la pandemia. Ahora sueña con obtener un doctorado en el área de las ciencias exactas. Su objetivo es ser el mejor maestro posible.
Avimael fue elegido alumno del mes de UNIR por sus méritos y su gran trabajo como docente durante la pandemia.
-¿Por qué eligió las matemáticas y no el oficio antiguo de tejer?
-Mi padre, quien falleció hace tres años, me enseñó desde muy pequeño a tejer y yo aprendí gustoso del oficio. Pero yo no lo veía como una actividad que podría ejercer en el futuro. Yo quería estudiar matemáticas, área del conocimiento que me apasiona y en la que puedo decir que soy bueno.
En mi comunidad, existen pocas personas con estudios de tercer nivel y siempre me preguntaba el motivo. Fui descubriendo que muchos jóvenes sienten que no tienen posibilidades de acceder a los estudios. En ese momento, sentí que tenía la responsabilidad de esforzarme, estudiar y demostrarles que con esfuerzo, ganas y dedicación, si uno quiere, puede.
-¿Cómo logró obtener su título de tercer nivel?
-Debo agradecer a mis padres por su apoyo. Con sus ingresos de comerciante y empleada doméstica, mi madre pudo ayudarme a ingresar a la Universidad Técnica del Norte, en Imbabura, para estudiar una Licenciatura en Ciencias de la Educación con especialización en Matemáticas y Física. Con su ayuda pude mantenerme la mitad de la carrera, pero yo no quería que mi mamá gastara más dinero en mí. Ella debía mantener también a mis hermanos. Así que empecé a buscar trabajos para ganar dinero que me permitiera cubrir el coste de los libros y otros gastos.
Trabajé en una plantación de flores, en un cultivo de fresas y como vajillero en un restaurante. Además, empecé a dar clases de nivelación de matemáticas, lo cual me ayudó a practicar lo que aprendía en la universidad y a ganar un dinero extra. Así fue como pude cubrir mis gastos de estudiante y finalmente obtener mi título universitario.
-Cuando te graduaste de la universidad no te detuviste… Buscaste nuevas opciones para seguir formándote. ¿Qué te motivaba?
-Quiero ser el mejor maestro posible. Actualmente, soy docente de la Unidad Educativa Gabriela Mistral en Otavalo, y enseño a jóvenes de bachillerato. Son estudiantes que participan en clase y me hacen preguntas todo el tiempo. Yo no quiero fallarles. Mi deber es responderles y para esto me propuse no dejar de aprender nunca. Así que en 2019 viajé a Chile para estudiar un curso de perfeccionamiento docente en el Centro de Investigación Avanzada, en la Educación de la Universidad de Chile. Cuando regresé al Ecuador decidí que también estudiaría una Maestría y así lo hice.
-¿Por qué elegiste a UNIR?
-Estuve buscando durante un tiempo una Maestría enfocada en Matemáticas, pero en las universidades que funcionan en Imbabura, la provincia en que vivo, la oferta era limitada. Si quería estudiar algo relacionado a las Matemáticas debía trasladarme a la capital. Afortunadamente encontré en UNIR la Maestría que quería y además no debía dejar mi ciudad, así que me inscribí enseguida.
Aprendí mucho de mi profesión y de la metodología en línea. Me gradué en abril de este año, un mes complicado por la pandemia. Todos los conocimientos que adquirí estudiando fueron de gran utilidad para continuar dictando clases en remoto a mis alumnos.
A diferencia de mis colegas docentes, yo había obtenido la experiencia de estudiar en línea. Había perdido el miedo y me sentía cómodo haciéndolo. Apliqué muchos conocimientos que aprendí. Por ejemplo, ser didáctico en clase, mantener a un alumno concentrado, cómo manejar una plataforma digital y cómo evaluar a los alumnos en línea.
-¿Sientes que tu esfuerzo y dedicación para llegar a ser un profesional ha inspirado a jóvenes de tu comunidad?
-Sé que he podido ser un ejemplo para mis tres hermanos menores, yo soy el primer profesional de mi familia. De alguna forma, esto ha inspirado a mi hermano de 25 años, (quien está por graduarse como arquitecto), a mi hermano de 20 años (que está por entrar a la universidad) y a mi hermana de 14 años (que continúa sus estudios en el colegio). Ellos se alegran por mis logros. Cuando finalicé la Maestría, ellos me felicitaron y me comentaron que también les gustaría estudiar un posgrado. Escuchar eso me hizo realmente feliz.
Y como maestro de niños y jóvenes he tratado siempre de impulsarlos a continuar con sus estudios y a soñar en grande.
Espero verdaderamente que ellos lleguen a ser profesionales y podamos seguir inspirando a los niños de la comunidad.